Gota de lluvia,
ven y danza entre las olas.
Pierde.
El rumbo y el significado.
Sigue el sonido de mi voz.
Olvida.
Olvídate de mí.
Olvida el amor.
Olvida tu dolor.
Sígueme.
Deja que todo se apague.
Yo ya no existo.
¿Existes tú?
Pantalla en blanco.
Al fin soy aire.
Al fin soy libre.
Atraviesa mis ojos.
¿Escuchas mi voz?
Anoche quise dibujar un sueño.
Tomé todos los recuerdos.
Y sonreí.
Quería pintarte en azul.
Porque solías ser azul.
Y podía trazarte con los ojos cerrados.
Pero cerré los ojos, y no estabas tú.
Quería pintarte.
No importaba el color.
Quería sentir que aún te tenía.
Quería saber si era hora de decir adiós.
"¿Adiós?"
Anoche dibujé una pesadilla.
Tomé las palabras.
Queriendo lanzarlas por la ventana.
Pero no pude.
Tomé las promesas.
Y lloré.
“Ya es hora.”
Lanza las preguntas,
una a una,
como lluvia,
como una canción.
Desaparece bajo las sábanas.
Eres magia.
Un truco bajo la manga.
“Adiós.”
Ya no hay caminos.
Pantalla en blanco
–en azul–.
Toma mi mano.
“¡Toma mi mano!”
Cierra los ojos
Usa tu voz.
Estoy tan cansada,
cansada de nada.
Apaga las luces.
Apaga la lluvia.
“Hasta mañana y adiós.”
El cielo está despejado.
Los murmullos nacen de la tierra
y vuelven a la tierra.
Ésta es mi canción.
Me balanceo.
Pies descalzos sobre la hierba.
La noche es fría y finalmente no sé qué decir.
Las palabras
congeladas para siempre entre tus brazos.
A veces las arrullo pensando en ti.
Pero los días se hacen largos
–insufribles–
y ya no me queda nada.
Tarareo la misma melodía
pero los muertos no regresan.
Mis pulmones se marchitan.
Ésta es mi canción.
Garganta destrozada, cristal astillado.
Déjame tirar de cada hebra,
de cada trozo de piel.
Papel que se deshace al tacto.
Crisálidas aplastadas bajo tus pies.
El calor me ahoga.
No hay aire, ni aquí, ni en el espacio.
Arranca.
Destruye.
Desgarra.
Tómame en tus manos y estrújame.
Desaparéceme.
“No puedo más”.
Mi voz está rota.
Papel que se deshace al tacto.
Ojos que se balacean en la oscuridad.
Pesadilla. Pesadilla.
Me atrinchero en un rincón
y los veo morir.
Congelada, desde el final de los tiempos.
Hielo carmesí me destroza las venas,
¿cómo se construye un corazón?
Mis ojos completamente abiertos:
las lágrimas son sólo un recuerdo de lo que fue.
Lo que no será.
El frío entumece mis manos.
Atrapada. El legado de una tormenta.
El frío entumece mi dolor.
Floto a la deriva, lejos de la tierra, lejos de los hombres.
Me pierdo en las voces que susurran en mi oído.
“Hasta mañana y adiós.”
Puedo derretir glaciares con una mirada.
Puedo detener el tiempo.
Puedo escapar del terror.
Congelada.
Inmóvil.
Veo como el mundo se
Este insomnio que no me deja.
Ni reír. Ni morir.
La soledad me abraza con fervor.
No hay ojos que atormenten mi sueño,
ni recuerdos,
ni tu voz.
El frío bajo las cobijas anuncia la madrugada.
Las pestañas tiemblan.
Y la vida ya no es vida.
Y las mentiras se esconden bajo mi piel.
Tan sola.
Lejos de sus manos, lejos de mí.
Porque sus sonrisas de cera se apagan con el viento.
Y se terminan mis días,
aquellos en los que vivía de estrellas fugaces.
Tan sola.
Yo, juez y parte.
Cantando sentencias. Condenando silencios.
Me defiendo.
El frío bajo las cobijas anuncia la madrugada.
No hay sueños po
Déjame verte una vez más.
Tú, la sombra de mi pasado,
la primera sonrisa,
la primera lágrima.
Déjame guardar tu recuerdo para siempre.
Déjame las esperanzas y vive.
Tú, el de los atardeceres y la lluvia,
el de las canciones a media voz.
Déjame dibujarte con palabras.
Como el sol en los ojos de una niña,
y las risas de un verano sin fin.
Vive y sueña.
Porque yo vivo y sueño.
Porque tu recuerdo está conmigo,
bailando entre mis pestañas,
habitando entre mis poemas viejos.
Porque, sin tu recuerdo, también vivo y sueño.
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